There is something so satisfactory from coming home after a hectic day and taking a moment to rest.
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We al have them: Days that start at the crack of dawn and seem to never end. When you finally get home you kick off your shoes, play some music and pour yourself a glass of wine or cup of tea. And breath.
A few years ago I made the choice to pause my career to support my boyfriend´s (now husband) expat career. I was only 26 and had already moved to four countries by myself, finished my MBA and had an amazing consulting job in Australia. . . I had no idea what “a career pause” would imply. I thought it would be easy to “recover” from a sabbatical and that I would find another fantastically paid job anywhere else in the world. I was wrong. Dead wrong.
There were visas to consider, politics experience, cultural differences (I had always worked in Anglo cultures and really struggled with latin bureaucracy) – and one good day I found myself unemployed, depressed and miserable in Colombia, a country where I knew not a soul.
After a few months of grovelling in dispair and self pity I decided to set up my own business… I had some luck, worked my butt off and the rest is history – but its days like today, when I come home So exhausted and stressed that I look back at how much I missed it all and somehow the busy chaos becomes very welcome.
We all have hard times and rough, long days – but we must never take our eyes off the prize and we must fight for what we want – and in between battles, enjoy the rare, quiet pauses.
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Todos los tenemos: Días en los que madrugamos y es un va y ven y correr infinito hasta que de alguna manera llegamos al momento augurado y el día termina. Por fin llegamos a casa, nos quitamos los zapatos, ponemos música y nos servimos una copa de vino o de té. Que satisfacción da un día bien trabajado.
Hace solo unos años tomé la decisión de hacer una pausa en mi carrera para apoyar a mi novio (ahora esposo), quién había recibido otra oferta internacional. Yo tenía muy claro lo que quería en ese entonces. Tenía tan solo 26 años y ya me había cambiado de país cuatro veces, había acabado mi MBA y tenia un puesto en una compañía de consultoría estratégica en Australia envidiable – y se me hizo fácil dejarlo todo. “Esto lo puedo tener en cualquier parte” pensé, sintiéndome invencible.
Lo que nunca consideré fueron visas, políticas, experiencia y diferencias culturales (siempre había trabajado en empresas anglosajonas y aún siendo mi lengua materna – la cultura mucho más burocrática latina y las negociaciones en español me costaron más de lo que jamás creí). De alguna forma de tener una vida completamente autosuficiente y activa en Australia, había terminado dependiente y amarrada en Colombia, un país en donde no tenía metas ni planes ni un círculo social. :S
Tras unos meses de aislamiento, desesperación, depresión y auto-flagelación, decidí poner mi primer negocio, tuve un poco de suerte (trabaje durísimo( y el resto es historia. Ahora como empresaria serial y diseñadora en días tan duros como hoy me siento agradecida de llegar a casa exhausta y estresada – me recuerda que es mucho mejor que la opción de quedarme en casa sin tener alguna meta y me recuerda que todos podemos lograr lo que nos proponemos, aunque pasemos momentos difíciles y días duros.
…y estas raras pausas de tranquilidad (cómo la tarde de hoy) hay que disfrutarlas.
After a long day at work
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